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Isla de Montecristo vista desde lo alto
Photo © TPT
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Isla de Montecristo

En el Archipiélago Toscano, una isla que parece una gran roca inmersa en las nubes

Desde lejos la Isla de Montecristo, situada en el Mar Tirreno, tiene la forma de una montaña oscura, un espectáculo icónico que una vez entrado en el campo visual no tardará, como sucede siempre, en fascinar a quienes lo ven.

En la antigüedad se le conocía como Oglasa pero durante la Edad Media comenzó a ser conocido como Monte Christi, quizás por su antigua vocación monástica en la isla. De hecho, desde el Siglo V el Monasterio de San Mamiliano todavía estaba abierto.

Geológicamente Montecristo es una gran "roca" de granito, atravesada por una cordillera que tiene tres picos principales: el Monte Fortaleza (645 metros de altura), la Cima del Colle Fondo (621 mt.) y la Coma de Lecci (563 mt.).

La isla también es conocida mundialmente por la novela "El Conde de Montecristo" de Alexandre Dumas y por las películas sucesivas que se inspiraron en ella. La historia, ambientada en el Siglo XIX, habla de un tesoro escondido en la isla. 

Qué puedes ver en Montecristo

Las colinas descienden en modo rípido hacia el mar a lo largo de la costa y el único lugar posible para desembarcar es en Cala Maestra, al final de un estrecho valle arbolado donde sólo se encuentra la construcción de la isla, la antigua Villa Real.
Desde el 1988 se ha establecido una zona de protección biológica alrededor de la isla, que abarca un área de mil metros desde la costa.

La atmósfera que puedes respirar una vez que has desembarcado aquí es de un encanto sin tiempo: te sentirás como catapultado a una especie de espacio irreal donde el silencio reina indiscutido.
Los tres caminos practicables son todos son bastante desafiantes y te permiten llegar a los restos del mencionado Convento San Mamiliano, en alrededor de una hora y diez de camino desde Cala Maestra. Desde aquí se puede continuar hasta la Gruta del Santo, a unos 40 minutos a pie del Monasterio, un lugar encantador y perfecto para la meditación, donde también hay algunos exvotos.

Las colinas descienden en modo rípido hacia el mar a lo largo de la costa y el único lugar posible para desembarcar es en Cala Maestra, al final de un estrecho valle arbolado donde sólo se encuentra la construcción de la isla, la antigua Villa Real.
Desde el 1988 se ha establecido una zona de protección biológica alrededor de la isla, que abarca un área de mil metros desde la costa.

La atmósfera que puedes respirar una vez que has desembarcado aquí es de un encanto sin tiempo: te sentirás como catapultado a una especie de espacio irreal donde el silencio reina indiscutido.
Los tres caminos practicables son todos son bastante desafiantes y te permiten llegar a los restos del mencionado Convento San Mamiliano, en alrededor de una hora y diez de camino desde Cala Maestra. Desde aquí se puede continuar hasta la Gruta del Santo, a unos 40 minutos a pie del Monasterio, un lugar encantador y perfecto para la meditación, donde también hay algunos exvotos.

Montecristo, un área protegida

Las circunstancias históricas que impidieron la masiva población de Montecristo, hicieron de la isla el mejor lugar del Mediterráneo para intentar de imaginar cómo eran las costas del Mare Nostrum sin las impactantes intervenciones humanas. En efecto, una de las razones más interesantes en el caso de Montecristo es el excepcional estado de conservación de la flora y fauna: aquí todavía sobreviven especies animales y vegetales una vez ampliamente distribuida por todas las costas mediterráneas.

No es casualidad que uno de los símbolos de la protección de la isla sea la cabra de Montecristo, una especie no endémica introducida en las primeras épocas de colonización. Aquella de Montecristo es la única población italiana de cabras salvajes, la raza es de origen mediorental (Capra aegagrus) y tiene unos característicos cuernos curvos y afilados.

La isla de Montecristo forma parte desde el 1996 del Parque Nacional del Archipiélago Toscano, mientras que el nivel de protección alcanzado aquí ya se había celebrado en el 1988 con el Diploma Europeo de las Áreas Protegidas, cuando la isla fue reconocida como lugar de interés comunitario. Por este motivo, el acceso a la isla está estrictamente regulado y es administrado por el Comando del Cuerpo Forestal del Estado de Follonica. Por lo tanto, está prohibido bañarse, pescar en un radio de tres millas y navegar a mil metros de la costa.
Si deseas visitar Montecristo, debes contactar con el Parque de información que organiza excursiones y visitas especiales con guías autorizados.

Las circunstancias históricas que impidieron la masiva población de Montecristo, hicieron de la isla el mejor lugar del Mediterráneo para intentar de imaginar cómo eran las costas del Mare Nostrum sin las impactantes intervenciones humanas. En efecto, una de las razones más interesantes en el caso de Montecristo es el excepcional estado de conservación de la flora y fauna: aquí todavía sobreviven especies animales y vegetales una vez ampliamente distribuida por todas las costas mediterráneas.

No es casualidad que uno de los símbolos de la protección de la isla sea la cabra de Montecristo, una especie no endémica introducida en las primeras épocas de colonización. Aquella de Montecristo es la única población italiana de cabras salvajes, la raza es de origen mediorental (Capra aegagrus) y tiene unos característicos cuernos curvos y afilados.

La isla de Montecristo forma parte desde el 1996 del Parque Nacional del Archipiélago Toscano, mientras que el nivel de protección alcanzado aquí ya se había celebrado en el 1988 con el Diploma Europeo de las Áreas Protegidas, cuando la isla fue reconocida como lugar de interés comunitario. Por este motivo, el acceso a la isla está estrictamente regulado y es administrado por el Comando del Cuerpo Forestal del Estado de Follonica. Por lo tanto, está prohibido bañarse, pescar en un radio de tres millas y navegar a mil metros de la costa.
Si deseas visitar Montecristo, debes contactar con el Parque de información que organiza excursiones y visitas especiales con guías autorizados.

En los alrededores

Cada isla del Archipiélago Toscano tiene sus propias peculiaridades y merece ser experimentada a 360 grados. Elba no necesita presentación: es una isla conocida desde la antigüedad, donde los Etruscos explotaban las minas y exportaban el hierro por toda la cuenca del Mediterráneo, obteniendo una enorme riqueza. Por ejemplo, en Porto Azzurro el testimonio es la Pequeña Mina que se puede visitar a bordo de un trencito o bien, a través de una excursión de senderismo guiada a lo largo de los caminos.

La localidad es también una famosa destinación balnearia. De consecuencia, una vez en la zona, puedes disfrutar de un descanso relajante en las playas de arena de Barbarroja, Reale y Rossa. Para los amantes de las playas más rocosas, está La Pianotta que presenta una alternancia de arena y escollos.

Si prefieres una aventura más salvaje pero al mismo tiempo romántica, una escapada a la Isla de Giglio es justo lo que necesitas. Se puede llegar a la isla en transbordador desde Porto Santo Stefano. Sus calas escondidas te mostrarán un mar claro y limpio, enmarcado por la típica vegetación del matorral mediterráneo.

Cada isla del Archipiélago Toscano tiene sus propias peculiaridades y merece ser experimentada a 360 grados. Elba no necesita presentación: es una isla conocida desde la antigüedad, donde los Etruscos explotaban las minas y exportaban el hierro por toda la cuenca del Mediterráneo, obteniendo una enorme riqueza. Por ejemplo, en Porto Azzurro el testimonio es la Pequeña Mina que se puede visitar a bordo de un trencito o bien, a través de una excursión de senderismo guiada a lo largo de los caminos.

La localidad es también una famosa destinación balnearia. De consecuencia, una vez en la zona, puedes disfrutar de un descanso relajante en las playas de arena de Barbarroja, Reale y Rossa. Para los amantes de las playas más rocosas, está La Pianotta que presenta una alternancia de arena y escollos.

Si prefieres una aventura más salvaje pero al mismo tiempo romántica, una escapada a la Isla de Giglio es justo lo que necesitas. Se puede llegar a la isla en transbordador desde Porto Santo Stefano. Sus calas escondidas te mostrarán un mar claro y limpio, enmarcado por la típica vegetación del matorral mediterráneo.

Elba y las Islas en Toscana